El combate contra la covid-19, la recesión y el cambio climático deja un cuarto frente de suma gravedad, la pobreza, cuyas ratios volverán a repuntar por primera vez desde 1990 a escala global. El Banco Mundial calcula que se superarán los 150 millones de personas que subsistirán con menos de 1,90 dólares al día en 2021. Naciones Unidas anticipa que entre 240 y 490 millones en 70 países entrarán en pobreza «multidimensional».

DIEGO HERRANZ

El mundo, tras la epidemia de la covid-19, será, por encima de todo, más pobre. Los indicadores de pobreza volverán a repuntar sin remedio. Y, lo que es peor, el incremento será excesivamente preocupante. El Poverty and Shared Prosperity Report 2020 del Banco Mundial, recién publicado, contiene predicciones casi catastróficas. La ratio que mide la pobreza extrema, aquella en la que incurren las personas que sobreviven con menos de 1,90 dólares al día, saltará por encima del nivel de los 150 millones en el ejercicio que se acaba de inaugurar.

Un dato muy alarmante por sí mismo, pero que, además, ensombrece un contexto de gradual descenso de la pobreza porque entre 1990 y 2019 el porcentaje de la población mundial que estaba inmersa en este estadio de subsistencia plena descendió desde el 36% hasta el 8%. La gran pandemia pone el epitafio a esta corrección gradual y sus dobles daños colaterales -la crisis sanitaria y la recesión global- crearán el primer aumento de pobres extremos en el planeta desde 1998. Los cálculos del Banco Mundial corroboran los negros augurios emitidos también desde Naciones Unidas, cuyos expertos creen que entre 240 y 490 millones de personas, en 70 países diferentes, se verán empujados hacia la «pobreza multidimensional», medida que incluye, entre otros parámetros, barreras monetarias de acceso a una vivienda básica y de manutención a menores de edad.

La mayoría, naciones del Sudeste Asiático y del África subsahariana. Especialmente, las que habitan en grandes ciudades. Los que residen en zonas rurales tendrán cierta tregua. Entre otras razones, porque los primeros no podrán obtener alimentos propios y los trabajos informales a los que dedicaban sus esfuerzos antes de la recesión económica global han acabado desapareciendo por pertenecer a sectores especialmente castigados por la gran pandemia y la hibernación productiva y aquéllos que aún tienen algún viso de pervivir, lo harán a un ritmo lento e incierto. Muchos de ellos, personal de servicio doméstico o vendedores ambulantes. A lo que se une otro gran inconveniente. El freno en los flujos de remesas de familiares que trabajan en países extranjeros. Una interrupción que les ha obligado a acudir a casas de préstamo para vender pertenencias de valor, como joyas y, en numerosos casos, a retornar a sus lugares de origen, además del abandono escolar por parte de un ingente número de menores.

Tragedia en tres actos: la historia de unos británicos que votaron a favor del brexit, se mudaron a España y se quedaron sin sus series

El Programa Mundial de Alimentos de la ONU predice que la indigencia se ha duplicado a finales de 2020. En unos 130 millones adicionales de personas sin suficientes recursos para comer. Los efectos a largo plazo, sobre todo físicos y psicológicos de los menores en edad de crecimiento, serán inevitables. También sobre las condiciones médico-sanitarias en nacimientos o sobre los enfermos con dolencias crónicas. O, sencillamente, aquellos que tengan dolencias que requieren de cuidados continuos como diabetes. Al margen de pandemias como la malaria. Porque a las brechas económicas se une que gran parte de la población que se verá afectada por la pobreza se sitúan en Estados fallidos o, al menos, frágiles, sin las adecuadas atenciones socio-sanitarias. Incluso en algunos territorios persisten conflictos armados o están en serio riesgo de hostilidad civil. La desigualdad y la frustración evitan las protestas ciudadanas y las ayudas de cooperación internacional no pasan precisamente por su momento más boyante. Bajo estas condiciones, la pobreza se expandirá de forma más fulminante a partir de 2021.

Gran parte de las personas que han pasado el umbral de la pobreza extrema han perdido su puesto de trabajo informal, han tenido que volver a sus lugares de origen desde las ciudades, acudido a casas de empeño con sus últimas pertenencias además de ver frenado el flujo de remesas

La mayoría, naciones del Sudeste Asiático y del África subsahariana. Especialmente, las que habitan en grandes ciudades. Los que residen en zonas rurales tendrán cierta tregua. Entre otras razones, porque los primeros no podrán obtener alimentos propios y los trabajos informales a los que dedicaban sus esfuerzos antes de la recesión económica global han acabado desapareciendo por pertenecer a sectores especialmente castigados por la gran pandemia y la hibernación productiva y aquéllos que aún tienen algún viso de pervivir, lo harán a un ritmo lento e incierto. Muchos de ellos, personal de servicio doméstico o vendedores ambulantes. A lo que se une otro gran inconveniente. El freno en los flujos de remesas de familiares que trabajan en países extranjeros. Una interrupción que les ha obligado a acudir a casas de préstamo para vender pertenencias de valor, como joyas y, en numerosos casos, a retornar a sus lugares de origen, además del abandono escolar por parte de un ingente número de menores.

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Gran parte de las personas que han pasado el umbral de la pobreza extrema han perdido su puesto de trabajo informal, han tenido que volver a sus lugares de origen desde las ciudades, acudido a casas de empeño con sus últimas pertenencias además de ver frenado el flujo de remesas

Diario Publico

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