La Unión Europea y Estados Unidos han anunciado este viernes un acuerdo para retirar y reducir los aranceles que se imponen mutuamente en una cesta de productos.

Con la primera rebaja negociada de tasas en más de dos décadas, ambos bloques aparcan las agrias disputas de los últimos meses y envían una señal de reconciliación que aspira a tener continuidad.

“Tenemos la intención de que este paquete de reducciones arancelarias marque solo el comienzo de un proceso que conducirá a acuerdos adicionales”, afirma la declaración conjunta firmada por Robert Lighthizer, representante comercial de Estados Unidos, y Phil Hogan, comisario europeo de Comercio. Ambos engloban este paso en un intento de “mejorar las relaciones entre EE UU y la UE”.

El pacto no tendrá un impacto económico significativo, dado que solo afecta a las importaciones y exportaciones de un puñado de mercancías cuyos intercambios mueven cada año 271 millones de dólares (alrededor de 230 millones de euros). Una gota de agua en el océano de una relación de cientos de miles de millones. Pero la señal política es importante.

Justo cuando parecía que Donald Trump podía cerrar su mandato presidencial adentrándose en una peligrosa escalada de aranceles con Europa por el conflicto de las ayudas ilegales a Airbus, el líder estadounidense ha sorprendido tomando la dirección contraria.

Apenas 10 días después de anunciar que no aumentaría la cuantía de los 7.500 millones de dólares (unos 6.340 millones de euros) en aranceles adicionales que impuso a Europa en octubre de 2019, sigue reculando, acepta dar marcha atrás en algunos bienes, y recupera tibiamente la maltrecha relación transatlántica, marcada por la desconfianza mutua en asuntos como la relación con Irán o el gasoducto ruso Nord Stream 2 —que conectará Rusia y Alemania a través del Mar Báltico—.

“Este acuerdo nos beneficiará mutuamente y tendrá efectos positivos para las economías de los Estados Unidos y la Unión Europea”, señala el comunicado conjunto. Con el pacto, los Veintisiete eliminan las tasas a la importación de langosta viva y congelada desde Estados Unidos, cuyas exportaciones a la UE supusieron 111 millones de dólares en 2017. La elección de dicho producto no ha sido casual. Hace dos meses EE UU amenazó a China con nuevos aranceles para proteger su industria pesquera, especialmente la langosta, a la que considera “la joya de la corona” del sector.

El descuento tendrá una validez de cinco de años, pero la Comisión Europea iniciará próximamente el procedimiento para que la rebaja de aranceles sea permanente.

A cambio, Washington reducirá los aranceles a la mitad en las importaciones desde la UE de determinados platos preparados y artículos de vidrio, pólvora y mecheros, que suman juntos un valor anual de unos 160 millones de dólares. Las medidas de ambos países se aplicarán retroactivamente desde el 1 de agosto de este año.

El arreglo no afecta a los 7.500 millones de dólares anuales en gravámenes que EE UU impuso en octubre sobre sectores y productos tan variados como la industria aeronáutica europea, el vino francés, el aceite español, o el whisky escocés.

Los productores advierten de que la factura por su presencia aumenta cada día: organizaciones de exportadores de vinos franceses hablan de una caída de los envíos del 35% y pérdidas de 415 millones anuales, mientras que el campo español se ha dejado 200 millones en siete meses.

Bruselas, sin embargo, interpretó como un gesto de buena voluntad el hecho de que Estados Unidos no añadiera leña al fuego y decidiera finalmente no aumentar los aranceles. La Comisión hizo un llamado público a Washington a aparcar las diferencias para hallar una salida negociada, que por ahora se ha traducido en el tímido pero simbólico acuerdo anunciado este viernes.

Los intentos de Bruselas por apaciguar las amenazas de Trump en el ámbito comercial han tenido resultado desigual en los últimos años. En el verano de 2018, el entonces presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, se apuntó un sonoro éxito cuando logró un inesperado acuerdo para frenar la guerra comercial y evitar el castigo norteamericano a la industria automovilística europea.

A cambio, los Veintisiete se comprometieron a importar más soja y gas natural licuado procedente de EE UU, un trato que la UE cumplió con creces: solo dos meses después las compras europeas de soja aumentaron un 133% respecto al mismo periodo del año anterior.

La sucesora de Juncker, en cambio, no ha sido capaz de contener al dirigente republicano en la agenda comercial. Ambos conversaron brevemente en enero durante el Foro de Davos, poco después de que EE UU impusiera los 7.500 millones de dólares en aranceles y la UE amenazara con responder. Estaba previsto que la líder europea acudiera este año a la Casa Blanca, pero la pandemia y sus restricciones abortaron los planes.

La desescalada de tensiones llega en un momento crucial para la economía global, solo unas semanas después de que se conociera que el producto interior bruto se contrajo en EE UU (-9,5%) y la UE (-11,7%), a su mayor ritmo desde la Segunda Guerra Mundial. Y a dos meses y medio de que Trump trate de revalidar su mandato en las elecciones estadounidenses.

El País

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