Manzanillo, Montecristi.- En mi anterior artículo sobre el valor del líder y las diferentes formas que este adopta, hice hincapié en el liderazgo transaccional.
Ahora quiero referirme a otra característica de valor para el líder, es el COMPROMISO, me refiero al compromiso con las ideas y con la sociedad; y es que al igual que en la sociedad primitiva donde las tribus elegían a un líder para conducirlas y protegerlas, hoy los ciudadanos de un país o una región en una sociedad más compleja siguen eligiendo al líder para representarla, por lo cual el líder debe encarnar los más genuinos ideales e intereses del conglomerado que representa.
Tiene el deber de impulsar por todos los medios a su alcance el conocimiento de ese anhelo o demanda social, hasta convertirla en una demanda universal si se pudiere.
Estoy seguro que si el compromiso es genuino y su empatía es realmente sentida, sus postulados serán correspondidos por miles de personas que estarán de acuerdo con él, aunque no lo sepa.
Un líder comprometido escucha y elabora una especie de contrato social con sus seguidores conforme a sus aspiraciones, traza el rumbo y elabora la estrategia correcta, para una sociedad compleja y democrática, No es tarea fácil pero sin ser populista deberá conducir a sus seguidores hacia puerto seguro.
El líder entonces sabrá sortear las dificultades, evitar las celadas y construir alianzas con otros cuyas ideas no son iguales pero que contienen puntos de coincidencias sobre los cuales deberá pactar para avanzar, todo ello en busca de consensos y representatividad.
El liderazgo comprometido debe entender que no todo se puede y que dentro de los suyos habrán algunos cuyos intereses se alejan del bien común, le toca discernir, tamizar como artista refinado, despejar el ruido de la melodía armoniosa.
En ocasiones ese líder deberá volar alto evitando las tentaciones mortales, eligiendo sus objetivos como águila certera y majestuosa evitando en cada caso casar moscas.
Un líder con el valor del compromiso con las mejores causas evitará el ardí inescrupuloso y grosero, colocándose siempre en el mismo trayecto del sol.
Cuántas veces vi, leí o escuché al maestro de la política Don Juan Bosch decir que la dignidad nunca muere, que no hay mayor razón para vivir que el servir y que quien no vive para servir no sirve para vivir.
Ese es precisamente el kit, ¿para qué sirvo? Si no es para hacer feliz a mi prójimo, compartir sus sueños y alcanzar junto al pueblo su liberación.
Tito Bejarán