Por Frank Valenzuela
La comunidad, lejos de limitarse a protestar, ha planteado cuatro soluciones concretas y viables: energizar de inmediato el megatanque para estabilizar la presión; instalar un sistema de sectorización hidráulica que garantice distribución equitativa; establecer un protocolo transparente para la apertura de válvulas en Copey bajo supervisión ciudadana; y construir un acueducto autónomo para Manzanillo, tal como lo exige su Plan de Desarrollo Municipal.
Manzanillo, Montecristi. – El Centro Bahía de Manzanillo para el Desarrollo Regional (CEBAMDER) denunció este lunes que en el extremo noroeste de la República Dominicana se está gestando un apartheid hídrico que retrata con crudeza la contradicción del modelo de desarrollo impulsado por el Gobierno. Mientras se levantan megaproyectos energéticos, portuarios e industriales en la comunidad, la población de Manzanillo se ve obligada a bañarse con cubetas y comprar agua a precios abusivos, debido a la ausencia total de agua potable en sus hogares. La infraestructura hídrica existe, pero, como insiste la comunidad, la voluntad de abrir la llave del futuro sigue cerrada por negligencia institucional.
Frank Valenzuela, presidente de la organización ciudadana, recordó que la paradoja actual se acentúa aún más al contrastarla con el pasado de Manzanillo, cuando en los años 40 la Grenada Company —subsidiaria de United Fruit— construyó un sistema de acueducto de primer nivel que abastecía con agua potable las 24 horas a casas, escuelas, talleres y hospitales. “Lo que hoy es carencia absoluta, antes fue símbolo de progreso”, subrayó Valenzuela. Sin embargo, tras la retirada de la empresa en 1966, el sistema fue abandonado por el Estado, iniciando décadas de deterioro, cloración esporádica, bombas inservibles y tuberías corroídas.
Para Valenzuela. a lo largo de los años, la situación no hizo más que agravarse, profundizando la brecha entre el discurso de desarrollo y la realidad de exclusión hídrica que vive la comunidad. Sequías severas, como la de 1983, empujaron a Manzanillo a extremos inhumanos: solo dos días de agua por semana y seis de espera. La población, marginada del sistema formal, se vio obligada a cavar pozos artesanales, construir cisternas y depender de camiones cisterna para sobrevivir. En este contexto de abandono, las enfermedades gastrointestinales, el ausentismo escolar y el cansancio social se volvieron parte del paisaje cotidiano.
Destacó que el intento más ambicioso por resolver la crisis fue la construcción del Acueducto de la Línea Noroeste (ALINO), una tubería de 32 pulgadas conectada a la presa de Monción. Sin embargo, el proyecto llegó sin una planificación específica para Manzanillo: no se contemplaron tanques intermedios ni un sistema de regulación adecuado. Como resultado, la presión rompía las viejas conexiones durante el día y no alcanzaba los barrios altos durante la noche. Lo que debía ser una solución estructural terminó convertido en un costoso bypass con impacto casi nulo en la vida de la comunidad.
El presidente del Centro CEBAMDER revelo que, el núcleo del conflicto actual radica en la oficina de INAPA en Dajabón, la cual ejerce un control absoluto sobre el suministro de agua hacia Manzanillo desde una válvula de desviación ubicada en la comunidad de Copey. Desde allí se decide la suerte del agua que llega a Manzanillo. Esto ocurre mientras la población dajabonera goza de agua permanente —incluso para riego ornamental, lavado de vehículos y jardinería—, y en Manzanillo el agua se corta durante cinco o hasta siete días sin previo aviso. Según denuncias locales, cada vez que hay fallas o baja presión en Dajabón, se cierra la válvula que alimenta al municipio costero. Sin consulta, sin cronograma y sin supervisión. Esta acción sistemática de desvío y exclusión ha sido calificada por la comunidad de Manzanillo como un “apartheid hídrico” y un “estrangulamiento técnico deliberado”, donde se privilegia una ciudad en detrimento de otra, a pesar de compartir una misma línea de conducción. Lo más grave es que en Dajabón operan dos sistemas hídricos con presión constante.
Valenzuela recordó que el 15 de septiembre de 2016, el colapso de un tanque de almacenamiento dejó a toda la población completamente desprotegida. Aquella emergencia provocó 15 días consecutivos sin agua y marcó un punto de inflexión en la historia del acceso al agua en Manzanillo. Pero, en vez de una solución, lo que apareció fue un símbolo del abandono institucional: un megatanque de RD$ 43.6 millones, cuya construcción lleva más de cinco años prácticamente concluida, pero aún no ha sido puesto en funcionamiento. Le falta energía eléctrica, sistema de telemetría, pruebas técnicas de seguridad y, lo más alarmante, su tapa metálica está oxidada y contamina el agua almacenada, según advierten informes técnicos ignorados por las autoridades.
El técnico hidráulico Humberto Liriano, con décadas de experiencia en el sistema local, ha levantado su voz con claridad. “Aquí tenemos dos tanques, uno de ellos listo en más de un 90 %, pero sigue fuera de servicio porque la tapa metálica está oxidada y contamina el agua”, afirma. Y añade: “Los datos hablan por sí solos. Los 275,000 galones actuales no satisfacen las necesidades mínimas. La demanda se ha duplicado con la llegada de nuevas industrias, y sin agua no hay desarrollo posible. Promover turismo, puertos o industria sobre tierra seca es alimentar una ficción”.
La organización no gubernamental afirma que la comunidad, lejos de limitarse a protestar, ha planteado cuatro soluciones concretas y viables: energizar de inmediato el megatanque para estabilizar la presión; instalar un sistema de sectorización hidráulica que garantice distribución equitativa; establecer un protocolo transparente para la apertura de válvulas en Copey bajo supervisión ciudadana; y construir un acueducto autónomo para Manzanillo, tal como lo exige su Plan de Desarrollo Municipal.
En definitiva, el presidente del Centro CEBAMDER añade que la historia de Manzanillo no es solo la de una infraestructura abandonada, sino la de una comunidad que insiste en sobrevivir y exigir justicia hídrica. “No es falta de infraestructura, es falta de decisión”, repiten sus líderes tomando las palabras de Humberto Liriano. En una República Dominicana que invierte en puertos, grúas y plantas eléctricas, esta comunidad sigue esperando que alguien —finalmente— abra la válvula que permita fluir no solo el agua, sino la dignidad de ser manzanilleros y manzanilleras.