Por Frank Valenzuela
En su homilía de hoy, el Papa Francisco reflexionó sobre el llamado universal a la santidad y la esperanza que ofrece la fe en Dios. Basándose en las lecturas bíblicas del día, el Santo Padre invitó a los fieles a contemplar las promesas divinas y a seguir el camino de las Bienaventuranzas.
El Papa inició citando el libro del Apocalipsis, donde el apóstol Juan narra: «Vi a un ángel que venía del oriente. Traía consigo el sello del Dios vivo y gritaba con voz poderosa a los cuatro ángeles encargados de hacer daño a la tierra y al mar. Les dijo: ‘¡No hagan daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que terminemos de marcar con el sello la frente de los servidores de nuestro Dios!'» (Ap 7, 2-3). Destacó la protección divina sobre aquellos que sirven fielmente a Dios.
El Pontífice continuó resaltando la visión de Juan: «Vi luego una muchedumbre tan grande, que nadie podía contarla. Eran individuos de todas las naciones y razas, de todos los pueblos y lenguas. Todos estaban de pie, delante del trono y del Cordero; iban vestidos con una túnica blanca; llevaban palmas en las manos y exclamaban con voz poderosa: ‘La salvación viene de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero'» (Ap 7, 9-10). Subrayó la universalidad de la salvación y la unidad de todos los creyentes.
El Papa Francisco enfatizó el diálogo entre Juan y el anciano: «¿Quiénes son y de dónde han venido los que llevan la túnica blanca?» A lo que se responde: «Son los que han pasado por la gran persecución y han lavado y blanqueado su túnica con la sangre del Cordero» (Ap 7, 13-14). Invitó a los fieles a perseverar en la fe, incluso en medio de las pruebas.
Refiriéndose a la Primera Carta de Juan, el Santo Padre señaló: «Miren cuánto amor nos ha tenido el Padre, pues no sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos» (1 Jn 3, 1). Recordó que nuestra identidad como hijos de Dios es un regalo inmenso y que, aunque el mundo no nos reconozca, somos verdaderamente suyos.
El Papa continuó: «Ahora somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado cómo seremos al fin. Y ya sabemos que, cuando Él se manifieste, vamos a ser semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es» (1 Jn 3, 2). Explicó que esta esperanza nos impulsa a vivir en santidad y pureza.
Destacó la importancia de la preparación espiritual: «Todo el que tenga puesta en Dios esta esperanza, se purifica a sí mismo para ser tan puro como Él» (1 Jn 3, 3). Animó a los creyentes a buscar la santidad en su vida cotidiana.
Finalmente, el Papa Francisco reflexionó sobre el Evangelio según San Mateo, donde Jesús proclama las Bienaventuranzas: «Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados… Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios…» (Mt 5, 3-9). Subrayó que estas enseñanzas son guía para alcanzar la verdadera felicidad y construir un mundo más justo y fraterno.
Concluyó recordando las palabras de Jesús: «Dichosos serán ustedes, cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos» (Mt 5, 11-12). El Papa exhortó a los fieles a mantenerse firmes en la fe y a vivir con alegría y esperanza, confiando en las promesas de Dios.
#MensajeDelPapaFrancisco #LlamadoALaSantidad #BienaventuranzasHoy #HijosDeDios #BahiaFronterizaConFe