Roma, 26 de octubre de 2024 – En un emotivo encuentro en la Basílica de San Juan de Letrán, el Papa Francisco clausuró el itinerario “Reparar la brecha más allá de las desigualdades,” una asamblea diocesana orientada a reflexionar sobre la justicia social y los desafíos que enfrenta la ciudad de Roma. Durante su discurso, el Santo Padre hizo un llamado a la comunidad para apreciar y fortalecer el pensamiento social de la Iglesia, enfatizando que los pobres representan “la carne de Cristo” y deben ser el centro de su labor pastoral.
Este evento marca el 50º aniversario de la conferencia sobre «La responsabilidad de los cristianos ante las expectativas de caridad y justicia en la ciudad de Roma». Francisco destacó la importancia de este histórico momento, recordando las palabras del cardenal Poletti, quien en 1974 se preguntaba si la Iglesia tenía algo que decir a la sociedad actual. El Papa alentó a la Iglesia a responder a esta interrogante hoy, promoviendo acciones que fomenten la justicia y la solidaridad en una sociedad marcada por profundas desigualdades.
Acompañado por el cardenal Baldo Reina y diversas autoridades civiles y eclesiásticas, el Pontífice escuchó testimonios inspiradores de personas dedicadas al servicio social. Entre ellos, una joven estudiante, un abogado y un periodista compartieron sus experiencias de trabajo con los sectores más vulnerables de Roma, recordando que las necesidades de estos hermanos y hermanas son una realidad viva que demanda atención y compromiso.
En su mensaje, Francisco expresó su profunda preocupación por las «heridas de la ciudad», haciendo referencia a aquellos que carecen de vivienda, trabajo, atención médica o incluso de esperanza. “Estos hermanos y hermanas no son cifras ni problemas estadísticos. Son rostros concretos, son las historias de Cristo sufriente que deben conmovernos y motivarnos a actuar”, afirmó. Llamó a la comunidad a reflexionar: “¿Vemos en las historias de estas personas heridas el rostro de Cristo? ¿Qué estamos dispuestos a hacer por ellas?”
El Papa subrayó que Jesús no ofrece soluciones mágicas, sino que llama a la acción compasiva y cercana. “Los pobres no son cifras ni un problema que resolver, mucho menos algo que descartar,” insistió Francisco, agradeciendo el trabajo constante de quienes sirven a los más necesitados, muchas veces en silencio. Invitó a los fieles a vivir la pobreza como una urgencia eclesial y a ser reflejo de la ternura de Dios hacia quienes más sufren.
Al saludar al alcalde de Roma, Roberto Gualtieri, el Papa instó a la comunidad eclesial a ser “audaces en la caridad” y a establecer un diálogo fructífero con las instituciones y asociaciones civiles. Afirmó que es vital superar el “virus de la indiferencia” mediante la paciencia y el diálogo. Dejó a los presentes la tarea de valorar más el pensamiento social de la Iglesia en la catequesis y la pastoral, ya que este enfoque es necesario para que el Evangelio ilumine los desafíos actuales con justicia y fraternidad.
En sus palabras finales, el Papa Francisco animó a la comunidad a no dejarse vencer por la resignación ante los problemas sociales y, en cambio, mantener viva la esperanza. Citando al poeta Charles Péguy, describió la esperanza como una niña pequeña y alentó a todos a llevar a cabo “obras concretas de esperanza”. Francisco destacó que, aunque los problemas sociales pueden parecer abrumadores, “con la esperanza cristiana sabemos que Cristo puede hacer lo que nosotros, humanamente, no podemos”.
Este encuentro inspirador contó con la presencia de jóvenes comprometidos como Mariagrazia, quien compartió su experiencia de voluntariado en la “Escuela de la Paz” de Roma. Este y otros testimonios recordaron a los presentes la importancia de trabajar juntos para transformar Roma en una ciudad más justa y solidaria, donde nadie sea excluido y todos puedan sentir la mano cercana de la Iglesia.
Con este llamado a la acción, el Papa Francisco concluyó su intervención, dejando claro que la responsabilidad de los cristianos es no solo ver las desigualdades, sino también buscar soluciones concretas, inspiradas por el amor y la esperanza en Cristo.