Washington, 30 sep (EFE).- Son las 10 de la mañana y Johan Ortiz, migrante venezolano, ya lleva un par de horas trabajando. Su celular suena y le sugiere domicilios por tres, cinco, cuatro dólares. En una motocicleta, sube y baja las calles de la capital de Estados Unidos recogiendo comida y entregándola en casas, oficinas.

En un día como este, tras entregar un pedido, unos hombres le empezaron a gritar, llamándole delincuente: «Los venezolanos son todos ladrones».

Durante un año electoral en el que la retórica xenofóbica del expresidente y candidato republicano Donald Trump ha acaparado parte del discurso, migrantes y líderes comunitarios en Washington aseguran a EFE sentir un ambiente de «discriminación».

Ortiz llegó a la capital desde Venezuela en 2023 y en este tiempo señala haber tenido encuentros con personas que lo han querido «humillar por ser venezolano».

Esas experiencias, cuenta, le han llegado incluso a cuestionar sus planes de futuro: dejó dos hijos en Venezuela -a quienes apoya económicamente- y espera que vayan también a EE.UU. para reunirse como familia.

«Mi temor es ese, traer a mis hijos para acá y que tengan que enfrentarse al rechazo de las personas», recalca Ortiz, que complementa sus ingresos con un trabajo a tiempo parcial en un restaurante.

Cientos de migrantes suramericanos – en su mayoría colombianos y venezolanos- se han establecido en Washington en los últimos dos años, coincidiendo con un aumento de la migración a través de la frontera con México.

Aunque no hay cifras oficiales, líderes comunitarios estiman que son más de 6.000. Muchos han optado por el trabajo de repartidor.

En Washington hay más de 35.000 trabajadores inscritos en aplicaciones de transporte a domicilio, que generaron más de 1.100 millones de dólares a la economía local en 2022, según una asociación comercial que representa a esas empresas.

«Uno viene a trabajar»

El incidente que describe Ortiz forma parte de lo que más de media docena de migrantes consultados por EFE describen como una «discriminación general».

«Da un poco de rabia. A veces son las mismas personas latinas las que nos dicen que venimos a dañar el país, cuando en realidad uno viene a trabajar», cuenta a EFE José Guerra, de 19 años, quien hace domicilios, trabaja a tiempo parcial en un restaurante y toma clases de inglés cuatro días por semana.

Agencia EFE

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