Escribió sobre enfermedades, sobre arte, sobre fotografía. Dio una charla con Borges. Admirada y seguida, la intelectual estadounidense este mes hubiera cumplido 90 años. Infobae Leamos pone a disposición de sus lectores el ebook “Susan Sontag y el oficio de pensar”, que recorre su vida y obra. Aquí su autora explica por qué Susan Sontag llegó a ser quien fue.
[”Susan Sontag y el oficio de pensar” se puede descargar gratis de Bajalibros clickeando acá.]
Por estos días -el 16 de enero-, la teórica estadounidense Susan Sontag hubiera cumplido 90 años. Infobae Leamos viene repasando su obra y puso a disposición del público, de manera gratuita, el libro Susan Sontag y el oficio de pensar, que escribió la periodista Verónica Abdala y que explica el recorrido de su vida y sus ideas. Sontag -que murió de cáncer en 2004- cambió la manera de entender el arte, la literatura, la música, la fotografía y hasta las enfermedades. Pero ¿cuál fue ese punto de vista que la hizo única? ¿Qué tuvo que ver su propia vida en eso. Verónica Abdala nos muestra a la autora en cinco preguntas.
1)¿Qué es lo que hace que Susan Sontag sea Susan Sontag, su originalidad?
La distingue el hecho de que pensaba libremente; eso sigue distinguiendo a esta autora, incluso, de muchísimos pensadores que recaen en el lugar común.
Sontag era capaz de “linkear” o conectar temas muy diversos, de meterse a analizar la obra de pintores, poetas, artistas y cineastas con absoluta honestidad intelectual, y una seguridad que solo puede resultar convocante para el lector.
Los académicos, en cambio, se circunscriben a una disciplina o a un saber: ella hacía todo lo contrario, conectar, promover cruces, entre una obra y su época, entre un determinado artista o autor y su tradición, pero también con otros nombres, con otras producciones, con experiencias incluso propias, de su propia biografía.
Las ideas la llevaban, además, a generar acciones, como cuando montó Esperando a Godot en Sarajevo, una obra de teatro para hablar de la guerra, y de cuánto deseamos en guerra la llegada de la paz.
Esa mirada que quiere abarcarlo todo, define su pasión intelectual: ella no quería “una ventana al mundo” sino “el mundo”, abordarlo con la mirada, el pensamiento y la acción.
2) ¿Qué aspectos de su biografía influyen en su obra o son destacables?
Nada de lo que Sontag escribió, podría pensarse, estuvo disociado de lo de que vivió u observaba. La crianza de su único hijo, David Rieff, así como ciertas experiencias de su juventud y de relación de pareja con el padre del chico, la convirtieron en una pionera del feminismo. El cáncer que sufrió y reapareció en diversas oportunidades a lo largo de su vida, la llevó a pensar en la vivencia que atraviesan los enfermos. Su condición de judía, a pensar en la estética nazi, en un ensayo memorable dedicado a Leni Riefenstahl, una de las figuras más controvertidas de la industria del cine y especialista en en comunicar el ideario nazi.
También en sus novelas, sobre todo en En América (2000), plagada de memorias autobiográficas, Sontag relata la memoria de sus ancestros, y la emigración de una familia de artistas polacos y un grupo de amigos a los Estados Unidos a finales del Siglo XIX.
Sontag quiso vivir para pensar y contar. Y también pensar y contar para aprender a vivir.
3) Vivimos tiempos muy diferentes a los 60, ¿en qué mantiene su vigencia?
Es cierto que ya pasó el tiempo aunque su irrupción a mediados de los 60 tuvo un efecto revolucionario en el campo de la crítica cultural: derribó, entonces, categorías aparecían como estáticas: la “baja” y la “alta cultura”, lo “frívolo” y “lo serio”: en sus libros, las llamadas Bellas Artes merecen un tratamiento tan serio como las manifestaciones de vanguardia. Y eso hoy, podríamos pensar que está naturalizado, aunqur en buena parte gracias a su intervención.
Pero además, algunos de sus libros más conocidos, como La enfermedad y sus metáforas (que amplió diez años después de su publicación original con El sida y sus metáforas), y que liberaron a millones de lectores de la culpa de sentirse responsables de esas enfermedades, sigue iluminando aspectos todavía no resueltos de nuestras sociedades contemporáneas: la cultura sigue ejerciendo presión sobre nosotros para disciplinarnos. Y esos libros -sus libros- siguen estando vigentes y resultan impactantes.
Ella es la primera que dice que los simbolismos asociados a ciertas enfermedades -la represión emocional en el caso del cáncer, la debilidad de carácter en el caso de la tuberculosis, la promiscuidad en el del sida- no son más que proyecciones de la cultura: una operación macabra, destinada a culpabilizar al enfermo y, en su momento de mayor debilidad, disciplinarlo. Sontag libera de culpa a los enfermos, y eso es algo que también sus actuales lectores agradecen.
Así como en otros ensayos célebres, como en Sobre la fotografía o Ante el dolor de los demás, deja en evidencia las formas en que consumimos las imágenes a través de los medios masivos y la publicidad, y el riesgo de que naturalicemos aquello que vemos, y convirtamos la violencia y la guerra en lugares comunes.
Muchas de esas ideas siguen vigentes: ¿somos más o menos participativos después de ver una imagen de la guerra, o de un refugiado muerto? ¿Las imágenes despabilan nuestras conciencias o, por el contrario, nos hacen creer que con mirar es suficiente? Preguntas que seguimos haciéndonos porque leímos a Sontag.
4) ¿Cuál fue su relación con América latina? ¿Visitó?
Dos postales de sus intervenciones en Latinoamérica, en el marco de dos ferias del libro del continente: en 1985, llegó a Buenos Aires invitada por la Feria del Libro porteña y ahí conoció y compartió un diálogo con su admirado Jorge Luis Borges: en esa charla, descubrieron su pasión compartida por la literatura japonesa, imaginaron qué libro llevarían a una isla desierta, y el argentino planteó qué títulos salvaría de su obra completa. Pero sobre todo, se divirtieron. “Creo que ser escritor es una vocación muy rara, muy extraña”, dijo ella.
Otra vuelta, en la Feria del Libro de Bogotá, se trenzó con Gabriel García Márquez, a quien recriminó su silencio respecto de las ejecuciones y condenas de disidentes en Cuba, en 2003 -ella había apoyado la Revolución Cubana, en su momento, pero con el tiempo marcó sus discrepancias con el gobierno de Fidel Castro-.
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En aquella oportunidad, aunque aseguró que amaba la obra del autor de Cien años de soledad, opinó que “él no dice la verdad sobre Cuba por su amistad con Fidel Castro, aunque dispone de información de primera mano”.
También recordó lo que le había respondido el colombiano: “Su respuesta fue ridícula. Dijo que está en contra de la pena de muerte y que en privado ayudó a mucha gente. Eso demuestra que sabe lo que pasa. José Saramago es comunista y apoyaba sin condiciones al régimen cubano, pero declaró que ya no podía apoyarlo por más tiempo. García Márquez me dio pena, pero es ridículo. Necesitamos la verdad.”
5-¿Hay un legado Sontag?
Su mayor legado es haber probado que el pensamiento no puede estar disociado de la libertad, del riesgo ni del coraje de abordar la cuestión que sea con la apasionada intención de agotar preguntas, conquistar respuestas propias y multiplicarlas. A esa empresa dedicó su vida.
Quién es Verónica Abdala
♦ Nació en Buenos Aires en 1973.
♦ Es Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires (1999) y ejerce el periodismo cultural desde 1995 en medios gráficos y digitales de Argentina.
♦ Publicó sus artículos y columnas sobre cultura y literatura en diarios Clarín, La Nación, Página/12; revistas Ñ, Noticias, Mercurio, Cabal y suplementos gráficos y digitales como Radar, ADN La Nación, Anfibia, La Agenda, Disfrutemos BA, Las 12, El puercoespín, entre otros.
♦ Es autora de la biografía ilustrada Borges para principiantes, traducida al inglés, francés e italiano. Integró la antología de ficción Buenos Aires Noir (Reservoir Books, 2017), editada en Estados Unidos y en Francia y que en la Argentina publicó Alfaguara, en julio de 2019.
♦ Dictó talleres de Periodismo Cultural y Escritura de No Ficción.
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