El premio Nobel peruano vuelve a apreciar la autonomía de Ernesto Deira, al transmutar el humor original en una desmesura grotesca en sus aguafuertes.
Los grabados de Ernesto Deira toman los hechos de Pantaleón y las visitadoras como un punto de partida. No son ilustraciones, sino construcciones vivas y autónomas a partir de las lecturas que el artista ha hecho del libro y la historia que escribí.
Lo característico de él es la desmesura, ha ido mucho más lejos que yo en la revisión de esos textos en los que encontró una sed para la enormidad que lo habita. Todos estos grabados toman la novela como un punto de partida y la aprovechan para reedificar sobre ella una serie de imágenes que nos conducen al vértigo de la prostitución.
A diferencia del libro, no hay en estos grabados ni pizca de humor, pero sí una grandiosidad que se parece a los árboles de las selvas peruanas, donde ocurre la historia.
Quiero decir que Deira no ha ilustrado las historias del capitán Pantaleón Pantoja, si no que ha tomado como perspectiva su historia para modelar un mundo propio. Sus grabados son tan originales y diversos como la historia que yo escribí.
Me alegra, pese a haber pasado tantos años desde que vi la manera como Deira había utilizado el libro, que los grabados hayan ido afirmando su independencia y autonomía. Felicito la obra del artista y creo que todos quienes vean su exposición entenderán por qué estas imágenes no reproducen la novela sino son el resultado de su propia visión. Me alegra mucho que los argentinos puedan ver este espectáculo.
Revista Ñ