La Casa Blanca trasladó este martes hasta territorio sagrado de los derechos civiles su mensaje de apoyo a la reforma electoral, a la que se oponen los republicanos, y que languidece en el Senado por el rigor que impone la arraigada práctica del filibusterismo, lo que traducido en números supone la necesidad de reunir tres quintos (60 votos del total de 100) para que una ley pueda ser aprobada. Bajo enorme presión dentro de sus propias filas para actuar, Joe Biden pronunció en Atlanta (Georgia) un importante discurso con el que comenzó a forjar el escenario del cambio que, al menos, sirva para poder obviar de forma puntual ese anacronismo de la política estadounidense. “Estoy harto de permanecer callado”, declaró el presidente de Estados Unidos, para a continuación proclamar que estaba dispuesto a apoyar “cualquier” método que devolviera al Senado la función para la que estaba diseñado debatir: votar y aprobar legislación.
“No me echaré atrás. No vacilaré. Defenderé vuestro derecho al voto y nuestra democracia contra los enemigos de dentro y de fuera”, dijo el demócrata en la Universidad de Clarke Atlanta. Biden, quien fue senador durante 36 años, se resistió durante toda su carrera en la Cámara Alta a tocar esa enraizada costumbre parlamentaria. Sin embargo, con 19 Estados de la Unión que aprobaron el año pasado 34 leyes que dificultan el acceso al voto de las minorías en general, pero especialmente de los negros, el presidente declaraba en julio la lucha contra las restrictivas normas de los republicanos como “la prueba más significante que enfrenta la democracia americana desde la Guerra Civil”.
Para el presidente norteamericano, “la batalla por el alma de América no ha acabado”. Con varias referencias al primer aniversario del asalto al Capitolio, que cumplió un año la semana pasada, el mandatario dejó claro en su discurso que la democracia no está garantizada si no se protege el voto. “Este es el momento de decidir, de defender nuestras elecciones y nuestra democracia”, pronunció el demócrata. “No quedará otra opción que cambiar las normas del Senado, incluyendo terminar con el filibusterismo”, advirtió Biden, quien casi deletreando dijo: “Apoyo cambiar reglas del Senado”.
El discurso de Biden de este martes era importante porque daba respuesta a las preguntas que se planteó en su alocución de la semana pasada. “¿Vamos a ser una nación que acepta la violencia política como norma? ¿Una donde permitimos a cargos electorales partidistas anular la voluntad legalmente expresada de los ciudadanos? ¿Una que no se guía por la luz de la verdad, sino a la sombra de mentiras?”. El presidente recordó a los ciudadanos que existía una palabra que definía a Estados Unidos, libertad. Y de nuevo, el estadista unió ese concepto con el derecho al voto.
En manos de un Congreso partido por la mitad se encuentran dos iniciativas definitivas para crear un marco legislativo federal que frene la proliferación de lo que el fiscal general de EE UU, Merrick Garland, calificó como normativas que tiene como propósito “negar o reducir el derecho de los negros a votar”. A lo que aspira la Casa Blanca es a que, de una vez por todas, salgan adelante las normas conocidas como la Ley John Lewis de Avance de los Derechos Electorales y la Ley de Libertad para Votar. “Este es uno de esos momentos decisivos. Realmente lo es. Las personas serán juzgadas por la historia por su posición antes y después de estas votaciones”, declaró Biden. “La historia lo va a juzgar, por lo que es necesario asegurarse que la gente entienda cuán importante es lo que está pasando”.
El pasado marzo, Georgia aprobaba una ley estatal, impulsada por el gobernador republicano Brian Kemp, que incluye plazos más cortos para el sufragio por adelantado, endurecimiento de los requisitos para registrarse o menos horas para depositar la papeleta. Esos cambios, denuncian los activistas por la libertad del voto, están diseñados para privar de sus derechos civiles a las minorías. Minorías que suelen votar demócrata.
Si todo se desarrolla según el calendario establecido por el líder de la mayoría en el Senado, Charles Schumer, la reforma electoral debería de votarse antes del próximo lunes 17 de enero, día festivo en EE UU, jornada en la que se celebra la vida y los logros de Martin Luther King. “Pretendo someter una vez más a debate un arsenal legislativo destinado a combatir las amenazas a la democracia y proteger el acceso de los ciudadanos al voto”, ha anunciado Schumer. La oposición republicana rechaza las leyes, ya que en su opinión, se trata de un intento de los demócratas de “tomar el control de las elecciones” en Estados Unidos, en palabras del líder conservador del Senado, Mitch McConnell. Sin embargo, al menos dos demócratas centristas, el senador de Virginia Occidental Joe Manchin y la senadora de Arizona Kyrsten Sinema se han dejado oír alto y claro hasta ahora en contra de cambiar las reglas del filibusterismo.
“Los próximos días, cuando estos proyectos de ley lleguen a votación, marcarán un punto de inflexión en esta nación”, planea decir Biden el martes, según declaraciones avanzadas por la Casa Blanca este martes por la mañana. “¿Elegiremos la democracia sobre la autocracia, la luz sobre la sombra, la justicia sobre la injusticia?”.
Con tan ingente labor por delante, una vez más, el frente demócrata no está unificado. Las ausencias en el discurso de Biden en Atlanta dejaban ver la disociación entre Washington y la política local o las organizaciones de activistas. Stacey Abrams, la abogada que se convirtió en el rostro del vuelco progresista que sufrió Georgia en las pasadas elecciones presidenciales, no estaba este martes junto a Biden y la vicepresidenta Kamala Harris. Oficialmente, un portavoz de Abrams alegaba “un conflicto de agenda” como excusa para no asistir. Oficiosamente, la afroamericana de 47 años necesita acción legislativa y no discursos.
Con su discurso en Georgia instando al Congreso a aprobar una legislación sobre el derecho al voto, Biden denunció una vez más los intentos de los republicanos seguidores de Donald Trump para anular las elecciones de 2020 y limitar el voto en los Estados. El presidente recuperaba también, viajando a ese Estado, una parte de la historia del movimiento por los derechos civiles. El presidente llegaba por la mañana al antiguo distrito en Atlanta del representante John Lewis, fallecido en julio de 2020 a los 80 años de edad. Figura monumental del Partido Demócrata, Lewis fue uno de los últimos supervivientes del círculo íntimo de Martin Luther King y del grupo de activistas que puso las bases del movimiento de los derechos civiles. Biden depositó una ofrenda floral en la cripta del reverendo Martin Luther King y su esposa, Coretta Scott King. Posteriormente visitó la Iglesia Baptista Ebenezer, donde King fue pastor.
El País