Londres, 27 jun (EFE).- La llegada de Wimbledon supone una bala más para que Serena Williams alcance el récord que más se le está atragantando y que persigue desde que se le puso a tiro hace más de cuatro años: igualar los 24 Grand Slams de Margaret Court y sentirse por fin la mejor tenista de la historia.

Doce oportunidades ha tenido ya Serena. Desde que levantó su séptimo Abierto de Australia en 2017, la estadounidense, con una maternidad de por medio, ha participado en doce ‘majors’ y ha alcanzado cuatro finales, todas ellas perdidas. La tenista más dominante de la historia ha sucumbido a la presión siempre que ha visto cerca la posibilidad de ponerse al nivel de Court, que ganó sus 24 títulos a caballo entre los 60 y los 70.

En Wimbledon Serena ha triunfado en siete ocasiones, la última de ellas en 2016, y desde entonces ha perdido dos finales, contra Angelique Kerber (2018) y Simona Halep (2019), que no podrá defender su título. Y es que a Serena se le han caído, antes de empezar, dos rivales directas. La rumana, convaleciente aún de una lesión que se causó en el gemelo durante la gira de arcilla, se bajó de Wimbledon y no podrá revalidar trofeo. Tampoco estará la japonesa Naomi Osaka, quien tras su lío en Roland Garros, donde declinó hacer ruedas de prensa por salud mental, decidió renunciar al Grand Slam londinense para pasar más tiempo con la familia y los amigos y concentrarse en los Juegos Olímpicos de Tokio.

Sin estas dos rivales, la candidatura de Serena, que está al borde de los 40 años, gana enteros, pero sigue en duda por la irrupción de una horda de jóvenes que intentarán reinar por primera vez en Londres. A la cabeza está Ashleigh Barty, número uno del mundo, encargada de abrir la pista central el martes en sustitución de Halep y con mucha hambre tras apenas competir en 2020.

La australiana nunca ha pasado de octavos en Wimbledon, pero sus participaciones se reducen a seis, y tres de ellas fueron antes de su parón de dos años para irse a jugar al cricket. Su juego seguramente sea el que mejor se adapte a la superficie de las cinco primeras del ránking y ha crecido a la vera de este tipo de pistas, pero su inexperiencia en las rondas finales de Wimbledon le restan enteros.

Tampoco parece preparada para la sucesión la polaca Iga Swiatek, que sucumbió a la presión en los cuartos de Roland Garros, donde llegó como gran favorita. Nunca ha ganado un partido en Wimbledon -esta es su segunda participación- y apenas cuenta con cuatro victorias sobre la superficie. Incluso ella misma admitió que tiene que ver más partidos en hierba para mejorar.

La ucraniana Elina Svitolina, la bielorrusa Aryna Sabalenka o la checa Karolina Pliskova son las eternas aspirantes, pero siempre incapaces de dar el paso adelante que un Grand Slam requiere.

Muchos ojos estarán puestos sobre Garbiñe Muguruza, que sabe lo que es ganar aquí y que está completando una gran temporada, con un título, dos finales y los recientes cuartos de final de Berlín. Si tiene un inicio de campeonato tranquilo, la española puede reivindicarse de nuevo en el All England Club, después de la decepción que supuso la caída en primera ronda de Roland Garros.

También Paula Badosa querrá probar su mejoría en Wimbledon, torneo del que pasó la previa en 2019. La pupila de Javier Martí avanza a pasos agigantados y después de los cuartos en París avista Londres con las ganas de atacar otra superficie y demostrar que puede competir contra los mejores. El duelo contra Svitolina en Eastbourne, decidido en un ‘tie break’ final, avala sus opciones sobre la hierba británica.

(c) Agencia EFE

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