El 12 de febrero de 1941, un policía británico, Albert Alexander, recibió el primer tratamiento de penicilina de la historia en el hospital público de Oxford, Inglaterra. Tras cortarse con una rosa, la herida se infectó de gravedad. Desahuciado, el policía aceptó un tratamiento experimental de penicilina, pero las dosis apenas alcanzaron para cinco días. Terminado el medicamento, el paciente empeoró y murió. Sin embargo, con este paciente comenzó la revolucionaria ‘era de los antibióticos’, que cambió para siempre la historia de la medicina.
En tiempos en los que el mundo asiste a una vacunación global contra el Covid-19, cabe recordar que hace 80 años se llevó a cabo el primer tratamiento de penicilina en un ser humano.
Un policía británico de 43 años, Albert Alexander, fue el primer paciente en ser tratado con penicilina. Su médico en el hospital Radcliff de Oxford, Inglaterra, tras verlo en un estado moribundo, le ofreció un tratamiento experimental. Se trataba de agotar el último recurso, ya que Alexander había sido desahuciado luego de que una infección por una cortada lo pusiera al borde de la muerte. De manera que el 12 de febrero de 1941, el doctor Charles Fletcher lo trató con penicilina y marcó un hito en la historia.
Y es que previamente a la década de 1940, la humanidad era propensa a morir por una simple cortada que después se infectara por crecimiento de bacterias. Una herida mal tratada desde tiempos inmemoriales podía suponer la muerte.
Alexander Fleming descubre el hongo ‘Penicillium Notatum’
El 28 de septiembre de 1928, un médico de origen escocés, Alexander Fleming, regresó de sus vacaciones de un mes a trabajar en su laboratorio del Hospital St. Mary de Londres, cuando observó que uno de los cultivos de bacterias en placas de petri estaba contaminado por un hongo. De modo que, ayudado por uno de sus colegas, y por el uso del microscopio, se dio cuenta que alrededor de ese moho había un halo de transparencia, una muerte celular donde no crecían las bacterias.
El valioso hallazgo de Fleming le valió 17 años después el Premio Nobel de Medicina. Un galardón que compartió con Howard Florey, profesor de patología en la escuela Sir. William Dunn de la Universidad de Oxford y Ernst Chain, un químico alemán de origen judío. Ambos retomaron la investigación sobre la penicilina que Alexander Fleming había desestimado en 1934, luego de encontrar serios obstáculos tanto en la purificación, como en la síntesis para el antibiótico.
En 1939, el trabajo de Howard Florey y Ernst Chain, sumado al del biólogo británico Norman Heatley, surtió éxito. Fueron capaces de estabilizar y purificar la penicilina en 1939. Pero justo ese año, estalló la Segunda Guerra Mundial, el conflicto bélico, que con más de 50 millones de muertos, es el más mortífero en la historia de la humanidad. La campaña devastadora de la Alemania nazi, puso a Europa en jaque, y a millones de soldados en campos de batalla sufriendo agonizantes enfermedades por infecciones. Disparos de bala, esquirlas y bombardeos producían gran cantidad de víctimas que quedaban a su suerte si la herida no progresaba. Ante semejante panorama, en mayo de 1940, el grupo de Oxford en Inglaterra determinó acelerar la producción de la penicilina.
Los primeros experimentos de Howard Florey y Ernst Chain en ratones y humanos
Los primeros experimentos se realizaron con ratones de laboratorio. Inocularon a ocho con estreptococos, una bacteria mortal. De estos ocho, a cuatro roedores les inyectaron penicilina, dando como resultado que sobrevivieron, mientras que los otros no.
La prueba positiva alentó a los científicos a experimentar con humanos. Pero la penicilina purificada era un tratamiento dispendioso. Una cosa era administrar en ratones, y otra en humanos. Pese a lo dificultoso de la empresa, la pusieron en marcha en la escuela de patología de Oxford disponiendo tinas, bidones, jarrones, y demás espacios cóncavos donde purificarla.
Así llegó el 12 de febrero de 1941, hace 80 años, cuando al policía Albert Alexander le inyectaron por primera vez penicilina. La herida por una cortada con una rosa, le había afectado el rostro de Alexander y la infección se había extendido a sus pulmones. Ante la premura de un tratamiento, aceptó la penicilina con tan buen resultado que presentó mejoras al día siguiente, pero la penicilina purificada durante un año sólo alcanzó para 5 días.
Pese a la muerte en marzo de Albert Alexander, pero convencidos del logro, el grupo de Oxford buscó producir penicilina a gran escala tocando puertas en la industria química del Reino Unido. No obstante, la guerra primaba y la industria no se arriesgó por la empresa farmacéutica. Al grupo de Oxford no le quedó otra alternativa que emigrar hacia Estados Unidos, específicamente a los laboratorios de Peoria, en Illinois.
El desarrollo en masa de la penicilina que cambió el curso de la humanidad
Allí, el biólogo británico Norman Heatley y el microbiólogo estadounidense Andrew Moyer, lograron multiplicar por una decena la cantidad de antibióticos que obtenían del proceso de fermentación de la penicilina. Esto llevó a la producción en masa y la venta en forma de ampollas para 1943. Una inmensa ayuda para los soldados de los aliados en la Segunda Guerra Mundial.
Desde la mitad de la década de 1940, la penicilina cambió el curso de las enfermedades en el mundo. Los laboratorios en Estados Unidos y el Reino Unido enfilaron a sus fármacos para sintetizarla, al punto de administrarla por vía oral. En adelante, enfermedades sexuales como la gonorrea o la sífilis; heridas en la piel; y enfermedades respiratorias como la bronquitis, la faringitis y la neumonía pudieron curarse con la penicilina.
Y aunque se tiene a Alexander Fleming por el descubridor de la penicilina, detrás de su producción hubo grandes esfuerzos de Howard Florey, Ernst Chain, Norman Heatley y varios científicos más de la escuela de patología de la Universidad de Oxford, cuyo trabajo fue crucial para sentar las bases de la esperanzadora ‘era de los antibióticos’. Misma esperanza que el mundo pone en las vacunas en contra del Covid19.